Desde siempre, los supermercados y las marcas han usado trucos para atraer la atención de los clientes y algunos son tan buenos que incluso sabiendo que existen, no dejan de funcionar en nuestro cerebro.
1) Los grandes expositores
Los expositores de gran tamaño, como el totem publicidad, atrae las miradas de los clientes que entran en cualquier establecimiento y hace que, de forma consciente o inconsciente, nos acerquemos a ver qué es lo que se nos ofrece. Además, existe también la sensación de que cuando vemos que hay “mucho de algo” se está ante una oferta incluso si no es así. Pero ver un mismo artículo en pilas nos hace pensar que está en promoción, un truco que se utiliza mucho en los supermercados para vender, por ejemplo, artículos más caros en los pasillos principales.
2) Los precios acabados en ,99
Todos sabemos que es igual comprar algo que cuesta 59,99 que algo que cuesta 60, pero nuestro cerebro hace que veamos más barato el primer precio y que, tal vez, nos inclinemos a comprar el producto que “vale menos de 60” solo por ese céntimo psicológico de diferencia. Cuantos más nueves haya en el número mejor ya que está demostrado que las cifras redondas no funcionan. Un truco que todos conocemos pero que, a pesar de eso, sigue funcionando y, consecuentemente, se sigue usando.
3) Los olores suculentos
El olfato es muy importante al ir de compras y las grandes superficies lo saben. Por eso, en muchas de estas tiendas el pan recién hecho está justo a la entrada. Nada más llegar hueles el pan y la bollería calientes y las glándulas salivares comienzan a segregar incluso si no se tiene mucha hambre, cuánto más si se acude a comprar antes de comer. No se trata solo de tentar con lo que hay a la entrada, sino que una vez que han despertado el hambre en ti, será más fácil que acabes comprando más cosas que se te apetezcan.
4) Los regalos promocionales
A todos, incluso a los que somos más fríos y reacios a dejarnos arrastrar por la publicidad, nos ha pasado que al hacer la compra acabamos con algo de más en el carrito solo porque tiene un regalo que nos ha gustado. En realidad, no estamos comprando el producto, sino el regalo que ofrece. O, tal vez, sí estaba en nuestra lista, pero no era esa marca la que íbamos a comprar, cambiando de opinión al ver que nos daban algo por nuestra compra.